martes, 12 de junio de 2012

VARCHEVSKY

                                                                 Para Rick

¿Cómo se llamaba esa afección? Todo lo que lo tocaba, pasa-
ba a pertenecerle. En el acto. Una frase, una idea, una imagen,
se convertían en suyas, al instante de contactarse con él. Si,
por ejemplo, leía un párrafo estaba seguro de que se le había
ocurrido a él (y antes que al autor). "Sí, ya había dicho esto
yo". O: "Claro, es exactamente lo que yo pensaba."
Se volvía muy difícil hablarle, porque lo que el interlocutor le
decía, él lo sentía como un pensamiento propio. "Tal cual",
contestaba, "es lo que venía pensando hace un momento".
Hay una carta de Varchevsky, que es muy interesante, porque
se la escribió a su hermano menor, Serguéi mientras estaba
entrando en esta 'afección'.
En un párrafo le dice: "Todo me va pareciendo mucho más na-
tural, y voy dejando de resistirme. Es esa inseguridad que ins-
tilaron nuestros padres en nosotros lo que me venía impidien-
do acoger plenamente las cosas, Serguéi. Espero que tú tam-
bién te permitas esto. Todo lo que leo, todo lo que me dicen,
yo ya lo sabía. Idénticamente. ¿Dónde lo sabía? ¡Ah, muy
bien, muy bien! Lo sabía en la parte oscura de mi cabeza,
en la sombra de la mente. La que parecía haberlo olvidado
todo. ¿Te acuerdas que muchas veces te molestaba que te
preguntase lo mismo cuando éramos muy jovencitos? Ya
te lo decía entonces: es imposible que las cosas se borren.
Tienen que estar en algún lado. Un lado al que no tenemos
acceso a voluntad, pero que espera en reserva su momento.
Pensaba entonces que podía pasar toda la vida sin que ese
momento llegase y esa idea me angustiaba muchísimo. Pero
ahora los diques se han abierto, y cuento con toda mi memo-
ria junta y al mismo tiempo. Las palabras, sus sonidos, sus
reminiscencias, lo que despierta nuestros sentidos, las ideas,
todo se conecta y entrelaza en una maravillosa, pero no ines-
perada, identidad."
El resto de la historia la conoce ya casi todo el mundo, pero
la refiero, de todos modos. Serguéi viaja a encontrarse con
su hermano mayor. Los hermanos Varchevsky, 'tan pareci-
dos y tan diferentes', habían dicho siempre de ellos los que
los conocieran, se encontraron en el mismo puerto de Pe-
tersburgo, ya que Viktor Konstantin estaba a punto de em-
barcarse. La taberna portuaria rebosaba de parroquianos. El
menor de los Varchevsky presenció, asombrado, cómo su
hermano parecía leer los pensamientos o los comentarios
-porque muchas veces se trataba de frases burdas y hasta
incoherentes, debido a la cantidad de alcohol blanco de ma-
la calidad que circulaba por el organismo de esos hombres
rudos y primitivos. Se superponían la voz de aquel que habla-
ba y la honda voz de Viktor Konstantin, casi como en un co-
ro. A duras penas logró Serguéi apartar a su hermano de los
otros, ya que éste, como parecía ocurrirle desde que se inicia-
ra su 'afección', sentía una dicha incomparable cada vez que
su pensamiento, sus ideas o aún las pavadas más absurdas, o
sus impresiones, se entrelazaban con las de algún otro.
Le contó al incómodo Serguéi que le sucedía también al leer,
cosa que hacía ahora con una pasión desbordante por la in-
creíble cantidad de coincidencias que se iban produciendo en-
tre escritor y lector. Si es que se pudiese concebirlos como
dos entidades separadas, algo en cuya casualidad, explicó
V.K.V. había dejado de creer desde el momento de su recupe-
ración de la integridad de su memoria. Ahora, para él, no ha-
bía tal cosa como un escritor y un lector, al menos no en el or-
den en que habitualmente situamos esos términos.
Es que en cuanto comenzaba a leer, se daba cuenta de que
él mismo era el escritor -y a su vez el lector- así como el otro,
el que el común de la gente situaría en el lugar del autor, era
un par, un par en el que anverso y reverso eran contínuos. 
En ese momento el hermano mayor señala el barco que van a abordar y le dice: "Nos llevará de vuelta a la infancia, Ser-
guéi. ¡Ah, pero tú eras tan pequeño!"
Serguéi estuvo confundido durante todo el viaje a Vyborg.
De hecho, ni siquiera registró adónde se dirigían.
Nevaba suavemente cuando desembarcaron.
Caminaron en silencio, ya que Valeri Konstantin ya había
hecho suya la molestia de Serguéi, alejándose del puerto.
No había nadie en la calle principal y siguieron caminando
hasta que el frío los empujó en busca de algún reparo. En el
frente de un negocio de ramos generales había un gran car-
tel: "Sekkatawaarankauppa". El hermano mayor comenzó a
leer el cartel y a Serguéi se le iluminó el rostro. Antes de que
Valeri Konstantin hubiese terminado de pronunciar el extraño
nombre de la tienda, el menor de los Varchevsky supo que
estaban en Finlandia y supo lo que quería decir ese cartel en
finlandés. Cruzaron las miradas y sus memorias parecieron
adosarse.
A partir de ese instante, se entendieron en una for-
ma de entendimiento que llamaron "el enlace simultáneo".
Serguéi abrió la puerta de la tienda y entraron a su calor y
a sus tufos, como si ingresaran jubilosamente a una nueva
vida. A una vida sin estrenar.

RR

No hay comentarios: