lunes, 24 de enero de 2011

EL MINISTERIO DE LA PACIENCIA

                       "La paciencia trae rosas", este viejo, buen proverbio,
                                se me ocurrió cuando recientemente ví gotas de nieve.
                                   Robert Walser. Snowdrops, Selected Stories.

Hubiesen querido constituir ejércitos para su mejor ejer-
cicio, ejércitos de la paciencia, ordenados en filas, cua-
dros, jerarquías. Después de todo, se trata de contrafuer-
zas, casi podría decirse 'las únicas contrafuerzas con las
que cuenta o debería contar una sociedad humana'.
Eso es lo que dicen y se dicen sus miembros. Y repiten
el refrán popular: "Con todas sus paciencias ordenadas..."
al que parece faltarle algún predicado, y que se conjuga
a duras penas con el dicho oriental: "La paciencia busca
el orden como el caracol al trébol".
¿Es la ciencia de la paz? Sugiere la idea de un cultivo, pe-
ro no se han dado a conocer todavía sus sembradores.
Casi ni se los menciona porque, al parecer, un rasgo escen-
cial de su tarea es pasar desapercibidos. Y lo han consegui-
do. Muy raramente se logra identificar a uno de sus activos.
(Es conocida la saña con que se ataca en ciertas sociedades
a los que se colocan en el lugar de amables prestadores de
paciencias.)
Cuando se reúnen lo hacen de una manera que recuerda las
sociedades secretas. Lo cual vuelve paradójica su antigua
aspiración a un Ministerio de la Paciencia, que hoy repre-
sentaría una risible pretensión. Es pensable, por lo menos,
que algunos de sus líderes abogaban por la imposición for-
zosa de su cualidad más preciada.
Aún así es inocultable su tarea. De no ser por ella, una in-
mensa calamidad surcaría el mundo como una ola siniestra.
Pero seguramente cada vez se necesitan más sembradores.
Y seguramente el aumento de las sillas vacías en sus reuniones
lleva a sus autoridades a reforzar el discurso de la necesidad
imperiosa de reclutar nuevos miembros.
Tal vez en algunas ocasiones hasta se exasperen un poco.
¿Quién sabe si pueden, además de sembrarla, practicarla?
Si cuando observan disminuir semana a semana, reunión
tras reunión, la cantidad y el entusiasmo de los participantes,
no necesitan consumir la escasa paciencia que la sociedad
autoriza para su uso personal.
Si la aceleración de los tiempos, el maltrato del mundo, el
asedio de los intemperantes y de los fastidiados, los irritables
y los violentos, y la bestialidad que cada día extiende sus domi-
nios, no incidirán en la fuerza de sus convicciones.
Tal vez estemos próximos al develamiento de éste -y de mu-
chos otros- dilemas.

No hay comentarios: